martes, 3 de mayo de 2011

OBESIDAD. Causas psicológicas.


La obesidad, una epidemia contemporánea no es un síntoma nuevo,
siempre encontramos personas con excesivo sobrepeso, pero nunca
hasta las últimas décadas había tenido este carácter epidémico. Para
tomar conciencia de su envergadura basta con echar una ojeada a las
estadísticas. En Estados Unidos la obesidad ya no es una excepción
sino casi una regla. Y, vista la progresión del problema en
Latinoamérica vamos por el mismo camino. Recientemente en
Colombia, una mujer que pesaba más de 220 kg. debió ser
hospitalizada por una complicación en su estado de salud, pero no
podía atravesar la puerta de su cuarto así que tuvieron que derribar
una pared de la habitación para sacarla de allí con grúas. Cuando uno
escucha estas cosas, es casi imposible no preguntarse con asombro:
Cómo se puede llegar a esto?. La persona no se da cuenta de lo mal
que está?. Y en realidad lo mismo que le pasa a la anoréxica el obeso
puede generar una distorsión de la propia imagen corporal, pero a la
inversa. Es por ello que la persona no puede verse a sí misma en el
proceso de deterioro paulatino de su estado, desarrolla una suerte de
“ceguera emocional” que le impide ver lo afectada que se encuentra
por este problema. Estado casi vegetativo del ser, cuerpos deformes,
morbidez, la obesidad extrema es casi una negación del ser. Por otra
parte, el problema mayor del obeso es que es presa de su compulsión
a comer en exceso y eso es lo que produce sus síntomas. Desde
nuestro imaginario social tendemos a negar a la obesidad como
enfermedad: creemos que el gordo no quiere cambiar su realidad y
solemos pensar que “se hace el vivo” y que se entrega siempre que
puede al placer que le produce la comida y lo convertimos en objeto
de burla y discriminación. Como conjunto social también tenemos
otras formas más elaboradas para negar y discriminar: falta de
legislación, estructuras sanitarias, etc. Los manuales de psiquiatría
más actuales, podrían ser considerados en esta línea ya que sólo
reconocen a la anorexia y bulimia dentro de los “trastornos de
conducta alimentaria”, y queda así excluido el desorden más
frecuente en la alimentación: comer excesivamente. Comúnmente la
obesidad es tratada como una enfermedad de la que se ocupan
endocrinólogos, médicos, dietistas, todo el sistema de salud, excepto
los profesionales de la salud mental, siendo que la mayoría de las
obesidades, aun cuando haya una predisposición orgánica o genética
a la ganancia de peso, responden a causas psicológicas. La obesidad
es un problema de adicción a la comida. No debemos pensar que la
persona obesa come porque le gusta sino porque no puede dejar de
comer, como todo adicto no siente placer en casi ningún aspecto de
su vida, se siente desequilibrado, intranquilo, desvalorizado y sus
actos desembocan siempre en malestar y sufrimiento. Es en su
inconciente donde encontraremos las causas por las que no puede
abandonar su padecimiento. El punto de encuentro entre todas las
adicciones parece ser la fuga de una realidad “dolorosa” y estresante,
y en contrapartida, la búsqueda del placer inmediato. Pero este placer
es tan fugaz que pasado este momento el adicto se reencuentra otra
vez con su círculo y su angustia. La dificultad radica en saber qué
produce esta conducta compulsiva en esa persona, ya que cada caso
tiene su singularidad. No hay dos cuerpos que procesen los alimentos
de la misma manera ni tampoco dos psiquismos iguales. Por qué
alguien elige sufrir de esta manera no tiene una explicación general,
sino siempre una respuesta singular.

Lic. en Psicología Javier Alvarez

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