martes, 24 de febrero de 2009


Estudio en ratones arroja luz sobre gen de la obesidad



LONDRES (Reuters) - Científicos alemanes lograron demostrar cómo un gen largamente relacionado con la obesidad haría engordar a las personas, un hallazgo que podría conducir al desarrollo de nuevos medicamentos para controlar el peso.
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Los ratones sin el gen FTO no engordaron y tuvieron menos tejido graso en general porque quemaban más calorías aún cuando se movían menos y comían más, según un estudio publicado en la revista Nature.


El FTO se ha relacionado desde hace tiempo con la obesidad. Estudios previos demostraron que las personas que portan dos copias de la versión "obesa" del gen pesan en promedio 3 kilos más y son casi un 70 por ciento más propensos a la obesidad que aquellos con otras variantes.

Las personas y los ratones son genéticamente similares.


"Por ello, este trabajo brinda una pieza central de evidencia que respalda la idea de que el gen FTO en sí estaría involucrado en los efectos de las variaciones genéticas humanas comunes sobre la grasa corporal", dijo en un comunicado el investigador Stephen O'Rahilly, de la University of Cambridge.

"Este descubrimiento promoverá la investigación sobre el desarrollo de medicamentos para modular la actividad del FTO", agregó O'Rahilly, quien participó del estudio.


La obesidad, que aumenta el riesgo de enfermedades como la diabetes tipo 2 y las dolencias cardíacas, se ha vuelto un problema mundial cada vez mayor a medida que las personas ejercitan menos y llevan estilos de vida más sedentarios.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 400 millones de personas son obesas a nivel global y las cifras están en aumento.


En su estudio, Ulrich Ruther y colegas de la Universidad de Dusseldorf, en Alemania, tomaron a un grupo de ratones y desactivaron en ellos el gen FTO para ver si podían descubrir porqué hacía engordar a los animales y a las personas.

Los roedores que carecían del gen eran delgados porque quemaban muchas calorías espontáneamente, lo que sugiere que el FTO juega un papel importante en el control del metabolismo, informaron los autores.


"El gen FTO humano ha demostrado anteriormente estar relacionado con la obesidad humana. Sin embargo, esta investigación ayuda a desentrañar la interacción compleja que hay entre factores expresados en el cerebro que controlan tanto el apetito como el metabolismo", dijo David Cameron-Smith, experto en obesidad de la Deakin University, en Australia.

"La cura, genética o farmacéutica, para la obesidad humana está a años de distancia, pero cualquier conocimiento sobre cómo controla el cerebro el hambre y el crecimiento ayudará a resolver esta enfermedad compleja", añadió Cameron-Smith.


(Reporte de Michael Kahn; Editada en español por Ana Laura Mitidieri para YAHOO.com.ar)

martes, 17 de febrero de 2009


Obesidad y disfunción sexual*

“Tenemos de alguna manera dos cuerpos superpuestos sobre los mismos órganos. El placer sexual no está simplemente ligado a la función de los genitales; la boca sirve tanto para besar como para comer y para comunicar la palabra... Se confirma entonces que no es fácil para nadie servir a dos amos a la vez.”


Jacques-Alain Miller

Cuerpo, imagen y sexualidad

Es bastante común que nos pregunten si la obesidad dificulta las relaciones sexuales. Si bien muchos obesos no tienen problema alguno, en general la obesidad puede representar una doble problemática: desde el punto de vista de la salud y de la estética.

Algunos obesos nos refieren que evitan los encuentros eróticos para "que no los vean así", y de tal manera ocultan su cuerpo, no deseando que los observen desnudos; también hay otros en quienes la "gordura" es un mecanismo de defensa para evitar los encuentros afectivos y eróticos: "como estoy gordo no puedo entablar un vínculo", cuando la dificultad es previa al sobrepeso. Obviamente que, si bien Eros sucumbe ante estos conflictos con la corporalidad, no podemos dejar de mencionar que el excesivo peso representa un factor de riesgo cardiovascular (en mayor medida en el varón, aunque en la menopausia la mujer se equipara al varón). Hay un concepto mítico de “los gordos como seres alegres, felices, que gozan de la vida y el sexo” y, tal vez, sea así en algunos casos. Pero si hablamos de la obesidad franca y no de "unos quilos de más", es sabido que aumenta la morbi-mortalidad, lo cual cuestionaría el mito del “gordito que no tiene problemas”.

Algunos sectores de la sociedad discriminan a los obesos, de ambos sexos, con actitudes humillantes o vejatorias: en el colegio (donde son objeto de bullying –hostigamiento escolar, “toreo, verdugueo”- por parte de los compañeros); en la universidad; en el ámbito laboral o familiar; causando sentimientos de inferioridad, exclusión y depresión, que llevan, en algunos casos, a un descuido general en la apariencia y a complicar aún más la sexualidad.

Las relaciones sexuales también se dificultan por vía indirecta: baja autoestima, rechazo a su propio cuerpo y a la pareja, sentimientos de desvalorización ("sé que a ella/ a él no le gusta más mi cuerpo", suelen decir), lo que muchas veces se trasunta en una disminución de la libido y en deseo sexual hipoactivo. En el varón, incide tanto en lo estético como en el mayor padecimiento de enfermedades cardiovasculares.

Las causas hormonales de la obesidad no suelen ser las más frecuentes aunque sabemos que el hipotiroidismo -más común en mujeres- puede traer aparejado un doble efecto: aumento de peso y disminución del apetito sexual. La caída androgénica y la suba de prolactina puede denotarse en pérdida de la masa muscular y feminización corporal (ginecomastia, p. ej.).

Hay grados de obesidad en que, los varones, no llegan a verse los genitales por la adiposidad abdominal y se dificultan ciertas posiciones coitales. Suelen tener tan desajustadas las variables metabólicas (colesterol y triglicéridos altos, diabetes -incluso sin tratar-, hipertensión) asociadas a la vida sedentaria que, en muchos casos, deriva en un cuadro de impotencia franca (no olvidemos que en la respuesta erectiva hay un componente vascular importante) la cual, por supuesto, debe ser tratada específicamente, mas deben corregirse los factores de riesgo como condición indispensable; al punto que los tratamos en conjunto con los nutricionistas y clínicos.

Remarcamos que la obesidad no es solamente un problema estético sino fundamentalmente sanitario. En un trabajo sobre Sildenafil y factores de riesgo presentado en el Congreso de la American Psychiatric Association –APA- (Chicago, 2000) en más de 90 pacientes, mostrábamos cómo Sildenafil era más efectivo si no había factores de riesgo mayores (FRM): entre ellos estaba la obesidad, que casi siempre va acompañada con hipertensión arterial (HTA), sedentarismo, colesterol alto, a veces diabetes.

La obesidad opone una mayor resistencia al corazón y a las arterias constituyendo un factor de riesgo para la hipertrofia cardiaca, las enfermedades coronarias, la disfunción sexual y la hipertensión arterial. No nos olvidemos que nuestro aparato cardiovascular está diseñado para una determinada superficie y peso. Cuando el peso es mayor a un 25-30% (lo que constituye la obesidad franca) le ofrece una pared por delante y el corazón se esfuerza. Respecto al peligro en las relaciones sexuales el consenso es que una persona con varios FRM puede padecer un evento cardiovascular durante el acto si, p. ej., al subir dos pisos por escalera a paso rápido (esfuerzo similar al de un coito) presenta dolor en el pecho o fuerte fatiga (sensación de falta de aire marcada) o no alcanza a 6 Mets en la ergometría. Ahora, si este obeso (u obesa) puede realizar ese esfuerzo o más (hay quienes hacen danzas, gimnasia aeróbica, fútbol, tenis, llegando o superando los 6 Mets) sin síntomas, no habría este tipo de problemas con las relaciones sexuales. Obviamente que si aparecen palpitaciones o le sube la presión arterial (detectado a veces por fuertes dolores de cabeza ubicados generalmente en la región cervical posterior) debería suspender el acto.

Pueden utilizarse posiciones con menos gasto: como ser él abajo, boca arriba, y que la mujer sea la que se mueva (o al revés si es mujer), y disminuir la intensidad del bombeo o del movimiento pélvico. De todas maneras los obesos y obesas deberían hacerse controles médicos (examen clínico, ECG y ergometrías –llegado el caso estudios de perfusión miocárdica-, Doppler de cuello, análisis, Rx de tórax) por razones de salud general, no sólo por su vida sexual.

"Este síntoma de la impotencia me salvó la vida, porque no hubiera consultado por la obesidad, por el colesterol alto ni por el tabaquismo, y menos por mi vida sedentaria. Me doy cuenta que me había abandonado".

J. C., 48, un paciente

Algunas definiciones

La obesidad es una condición de carácter crónico, modificable a través de diferentes medidas o hábitos de vida. Hoy es definido como un índice de masa corporal mayor de 30. El índice de masa corporal (IMC), body mass index, es el resultado de dividir el peso en kilogramos del cuerpo por el cuadrado de su altura en metros.

Los valores entre 18 y 25 indican peso normal, entre 25 y 30 sobrepeso, y más de 30 obesidad.

La Disfunción Eréctil (DE) es la incapacidad de lograr y/o mantener una erección lo suficientemente rígida que permita una relación sexual satisfactoria, y suele ser la expresión de otras afecciones, psicológicas u orgánicas.

En el estudio epidemiológico realizado en Massachussets, USA, en el año 1993, con una cantidad cercana a 1300 varones de entre 40 y 70 años, fue demostrado que el sobrepeso duplica la incidencia de Disfunción Eréctil.

No menos importante, habitualmente asociado a los factores psicológicos, en mayor o menor grado, existe en el paciente obeso, una serie de trastornos metabólicos que pueden influir en la respuesta vascular y hormonal necesarias para una adecuada respuesta eréctil.

Es común encontrar pacientes con obesidad con varios FRM asociados: diabetes, dislipemias, HTA, tabaquismo, exceso de grasas saturadas y colesterol en la dieta, vida sedentaria, depresión (2 a 3 veces más frecuentes en las mujeres).

Todos estos factores, concurrentes o no –en algunos casos configuran el llamado Síndrome Metabólico-, son favorecedores de lesión de las capas internas de las arterias (endotelio), con pérdida de la elasticidad y a veces con estenosis, parcial o total, de las mismas. De allí podemos pensar que, si hay una disfunción eréctil de causa vascular, eso sería un indicador de que podría haber problemas en otras arterias del organismo, tal vez también en las arterias del clítoris y en las que irrigan la vagina. Muchos pacientes –como el caso del testimonio de J. C.- jamás se hubieran acercado al médico por su obesidad, por ser grandes fumadores, por tener hipercolesterolemia, la glucemia o la presión altas, ni porque tenían angor o parestesias en miembros inferiores al caminar, pero sí lo hacen cuando presentan episodios de disfunción eréctil.

* Dr. Adrián Sapetti

viernes, 13 de febrero de 2009


Obesidad y ejercicio físico
Dres. J. R. Cabo Soler y J. Moreno Mercer

La obesidad es el problema metabóloco más frecuente y en su génesis y mantenimiento siempre existe un balance energético positivo, con menor gasto calórico que el obtenido de la ingesta. La escasa actividad física suele ser un factor importante en este menor gasto. Se recuerdan los aspectos bioquímicos y fisiológicos básicos del ejercicio físico, con énfasis en el tipo de sustratos consumidos para producir el ATP necesario, en función de la intensidad y, especialmente, de la duración del ejercicio. Se justifican bibliográficamente las ventajas del ejercicio físico en los programas de adelgazamiento, ya que ayuda a mejorar la composición corporal, perder grasa conservándose la masa muscular, lo que mantiene unas necesidades energéticas altas, con lo que es más fácil mantener la pérdida de peso con dietas estrictas. Se recuerdan especialmente las ventajas del ejercicio físico sobre el perfil metabólico de glúcidos y lípidos. Finalmente, los autores opinan sobre cómo llevar a la práctica esta recomendación de promover el ejercicio físico regular en los programas de reducción de pesol e, incluso, en la prevención del desarrollo de la obesidad.
Introducción

La obesidad consiste en un exceso de peso por un aumento de grasa, que conlleva una serie de problemas endocrino-metabólicos, estéticos y socio-económicos de la más diversa índole. Es de gran interés controlar la obesidad para minimizar estos efectos nocivos. El ejercicio físico está entre las ayudas a considerar para mantener el peso más adecuado para la salud.
¿Por qué se produce la obesidad?

La obesidad se origina por una ingesta de alimentos con aporte calórico superior al requerido para las necesidades energéticas del individuo. En cualquier tratamiento de obesidad el sujeto debe cambiar, si son incorrectos, sus hábitos alimentarios y el ritmo de vida para que el gasto energético sea superior al aporte calórico.

Numerosos estudios han demostrado el importante papel que una insuficiente actividad física tiene en favorecer el desarrollo o el mantenimiento de la obesidad, tanto en los niños como en los adultos y en los viejos. El ver televisión en exceso es una causa frecuente de la menor actividad física.
Interés del ejercicio físico en la obesidad

Acaba de publicarse el último informe anual del Cirujano General de los Estados Unidos, donde se hace referencia a la Actividad Física y la Salud (1996). También se han publicado recientemente (Meisler y St. Jeor, 1996) las recomendaciones del Comité de Expertos en Peso saludable de la Fundación Americana de la Salud. El mensaje de fondo en ambos trabajos es que todos podemos mejorar la salud y la calidad de vida si realizamos diariamente una actividad física moderada.

Una de los efectos descritos en estos informes es el interesante papel del ejercicio físico regular para controlar el peso corporal. De hecho, la realización regular de ejercicio físico para controlar la obesidad ha sido ampliamente aconsejada desde siempre. Si se incrementa el gasto energético mediante un aumento de la actividad física y la ingesta calórica se mantiene constante y debajo de las necesidades ricas totales, se produce un pérdida de peso corporal y, casi clusivamente, de la grasa.

Hay que tener en cuenta se requiere un esfuerzo físico considerable para gastar un número importante de calorías. Las tablas reflejan el gasto calórico para un período de tiempo determinado. Es evidente, sin embargo, que un individuo que no realizase la actividad física no daría un gasto calórico cero, sino que presentaría un cierto consumo por encima de los niveles basales (sentarse, estar de pie, andar). Por tanto, al mirar las tablas siempre se deben restar entre 1 y 1,5 kcal/min, correspondientes al gasto metabólico en reposo o sentado que se produce de todas formas.

En condiciones normales, la tercera parte de la energía consumida corresponde al trabajo muscular, siendo esta proporción aún mayor en el trabajador manual. Como la actividad muscular es, con diferencia, el gasto de energía más importante del organismo, se considera que la obesidad se debe a una ingesta de alimentos excesiva en comparación con la cantidad de ejercicio realizado

Ventajas del ejercicio físico en los programas de adelgazamiento

La incidencia de la obesidad se ha incrementado dramáticamente en los últimos tiempos, debido a los cambios en el estilo de vida, que reflejan una actividad física reducida y la disminución en el consumo de alimentos ricos en azúcares complejos, ricos en almidón y fibra, acompañado por un aumento en la ingesta de azúcares simples y de grasas.

Numerosos trabajos científicos ya señalados, algunos incluyendo datos epidemiológicos, muestran una clara relación positiva entre inactividad y obesidad. Por ello, es importante adoptar hábitos que se mantengan, a ser posible de por vida, y que conduzcan al control del peso y a la salud general, en lugar de medidas, a veces extremas y temporales, sólo para una pérdida de peso rápida y de corta duración.

El ejercicio físico es un factor importante que facilita el adelgazamiento en el obeso, por aumento del gasto calórico, por lo que ayuda a reducir el peso corporal y a conservar la masa muscular, y también es esencial para mantener la pérdida de peso con dietas menos estrictas y más aceptables.

En ocasiones, basta un intenso ejercicio físico para conseguir el adelgazamiento. Asimismo, Racette y cols. (1995) y Kempen y cols. (1995), han mostrado el efecto beneficioso del ejercicio aeróbico sobre la composición corporal y sobre el gasto energético total diario en sendos estudios de reducción de peso mujeres en obesas. De hecho, los libros monográficos sobre la obesidad suelen dedicar siempre un capítulo al interés de la actividad física en el manejo de este problema

El ejercicio físico permite o adelgazamiento local, al reducir la grasa de una forma más notable en aquellas zonas del cuerpo que más participan en la actividad.

El ejercicio físico ayuda, sobre todo, a la pérdida de grasa corporal, estando especialmente indicado el ejercicio aeróbico de baja intensidad y de larga duración, considerado como el más apropiado para formar parte, junto a la dieta, de los programas de adelgazamiento, ya que se puede realizar a diario y permite los mismos cambios en la masa corporal que la dieta y el ejercicio de alta intensidad y corta duración y presenta muchos menos riesgos (Tabla IV).

Heymsfield y cols. (1989) han demostrado que la actividad física añadida a la dieta hipocalórica favorece y facilita la pérdida de masa grasa, sin variar la proporción de masa magra, siendo ésto lo deseable en la reducción de peso corporal, además de conseguirse otros beneficios físicos y psicológicos, con un perfil más positivo, como la disminución de la ansiedad, mejora de la depresión y mejora del humor que, con frecuencia, se acompaña de la reducción de ingesta calórica y que, también, favorece el adelgazamiento. En algunos estudios han demostrado que estos efectos se consiguen con actividad física no muy prolongada (Tabla V).

Esto es de gran importancia, ya que el contenido en grasa corporal para la mayoría de los adolescentes en nuestra sociedad oscila entre el 15 y el 23%, siendo superior en las mujeres que en los hombres, sobre todo tras la pubertad. Esta proporción de grasa corporal se correlaciona de forma inversa con la actividad física desarrollada, en estudios realizados en niños preescolares. Este porcentaje de grasa corporal aumenta con la edad, tanto en hombres como en mujeres, y normalmente va acompañado de una disminución de la masa corporal magra y un pequeño aumento en el peso corporal total. Así, para varones, la grasa corporal puede aumentar del 18-20% a la edad de 20 años, hasta el 35% a la edad de 60 años, con pequeños cambios en el peso corporal y el correspondiente descenso en la masa magra corporal. Sería deseable, por tanto, mantener el contenido en grasa corporal en proporciones no superiores al 20-25% para varones, y al 25-30% para mujeres.

El ejercicio físico sensibiliza al adipocito a la acción lipolítica de las catecolaminas y de otras hormonas, favoreciéndose por este medio el catabolismo de las grasas.

Por otra parte, se ha estudiado, tanto de forma experimental como clínica, la relación entre la ingesta alimentaria y el gasto energético con el ejercicio físico. Se ha visto que existe una estrecha relación entre la ingesta y la duración del ejercicio, manteniéndose el peso corporal constante, hasta un punto en el que se produce la pérdida de ese equilibrio ingesta-ejercicio. De gran interés es el hecho de que, a medida que la actividad física se reduce por debajo de 1 hora/día en los animales de laboratorio, la ingesta no se reduce más, sino que se desequilibra y luego aumenta, por lo que se produce un incremento de peso.

Los estudios realizados en nos han demostrado una relación similar entre los grados de actividad y la ingesta.

Incluso el ejercicio puede aumentar la preferencia para ingerir glúcidos en lugar de grasas, lo que es muy conveniente para disminuir grasa y mantener esta pérdida.

Otras observaciones también nos indican la relativa inactividad de los sujetos obesos, tanto de adolescentes como adultos, y se ha demostrado en estudios comparativos que son menos activos que los sujetos controles no obesos. Esta menor actividad conlleva un menor gasto energético y, por tanto, contribuye al balance positivo que mantiene o aumenta la obesidad.

Además esta inactividad relativa podría incrementar la ingesta de alimentos. Estas observaciones apoyan la necesidad de algún tipo de actividad física como parte integrante de cualquier programa de reducción de peso. Es importante mantener el ejercicio físico, ya que una menor actividad física se correlaciona con un aumento de la Lipoprotein-Lipasa del tejido adiposo, lo que aumenta la lipogénesis y la recuperación de la grasa. Otro efecto interesante de la realización de ejercicio físico es la potenciación de los efectos de ciertos fármacos, como los agonistas beta-3.

Un reciente estudio ha demostrado la efectividad del ejercicio físico en minimizar el aumento de peso que suele producirse al dejar de fumar. Se ha demostrado que una gran acumulación de grasa, especialmente en la mitad superior del cuerpo, está asociada con ciertas complicaciones metabólicas, como intolerancia a la glucosa, llegando incluso a la diabetes, hiperlipidemias e hipertensión.

Recomendaciones prácticas para promover el ejercicio físico regular en los programas de reducción de peso

La decisión de tratar a un paciente obeso depende de varios factores:
El grado de obesidad, en relación con los niveles ideales de peso corporal para el individuo.
La motivación para perder peso.
La presencia de enfermedades cuyo curso se ve complicado por la obesidad.

El tratamiento de la obesidad comprende esfuerzos dirigidos a disminuir la grasa corporal total. En este sentido, destaca el papel del ejercicio físico como medio para incrementar el gasto calórico y facilitar la respuesta lipolítica del tejido adiposo.

Los efectos beneficiosos múltiples del ejercicio físico son claros y han sido descritos por numerosos autores. En las personas que voluntariamente aumentan su gasto calórico sin aumentar de forma correspondiente su ingesta al¡mentaria, se produce una pérdida de peso extra.

El ejercicio físico está indicado en todos los casos de reducción de peso, siendo muy buen complemento de las dietas hipocalóricas sensatas y de otras medidas, y es especialmente beneficioso para los individuos de costumbres sedentarias.

Como precaución se debe realizar siempre una valoración cardiorrespiratoria previa al inicio de cualquier actividad física.

Los efectos positivos sobre el sistema cardiovascular y, probablemente, un efecto óptimo para la reducción de la ingesta y del peso corporal, se pueden conseguir mediante niveles bajos, pero relativamente constantes de actividad aeróbica. La intensidad y duración del ejercicio debe ser la suficiente para elevar discretamente el pulso durante la sesión y debe continuarse durante un período de tiempo considerable. Es importante realizar el ejercicio físico a una velocidad suficientemente rápida para que proporcione al sistema cardiovascular los efectos beneficiosos del incremento de la frecuencia del pulso y del gasto cardíaco, así como la máxima utilización calórica, mediante la realización del ejercicio a una frecuencia confortable, pero rápida.

En cuanto a las pautas a seguir en su realización, se deben respetar siempre los siguientes puntos:
Aumento progresivo en la intensidad y duración del ejercicio.
Calentamiento previo, para permitir las adaptaciones respiratoria, cardiovascular y locomotora. Como adaptaciones respiratoria y cardiovascular previas, hay que señalar:
Realizar diariamente, durante quince días, 10-15 minutos y 2-3 veces al día, ejercicios de flexibilidad, relajación y resistencia: Estiramientos, caminar, subir escaleras, etc.
Repetir durante otros quince días la misma pauta de ejercicio pero con una duración de 15 a 20 minutos.
Duración de 45 a 60 minutos al día o en días alternos.
La intensidad aproximada del ejercicio físico debe ser la suficiente para alcanzar, aproximadamente, el 50% de la utilización de oxígeno en un ejercicio aeróbico máximo (V02 MAX).


En cuanto a los tipos de ejercicio a realizar, se recomiendan los ejercicios aeróbicos de media a larga duración como son, por ejemplo:
Andar rápido, a paso ligero notando que se está haciendo un esfuerzo. Práctica especialmente recomendada para las personas mayores.
Bailar.
Footing.
Natación.
Ciclismo.
Gimnasia.
Esquí.
Remo.

Es aconsejable que se inicie la actividad física desde el comienzo del tratamiento de exceso de peso.

Dado que se producen tantos fracasos en los tratamientos de la obesidad, incluso en los sensatos, con reducción calórica combinada con un aumento de la actividad física, es conveniente utilizar el ejercicio físico regular en la prevención del desarrollo de la obesidad y en el mantenimiento de un peso estable.

jueves, 12 de febrero de 2009

AYUNO



Ayuno, atracones, purgas, gym extenuante: conductas de riesgo
Trastornos alimentarios:
no comer nada, comer todo
De www.Cormillot.com

Cuando una alimentación desordenada, tan común en la adolescencia, se vuelve prolongada y extrema, puede evidenciar un problema más serio: un desorden de la alimentación. Hay que estar atentos a los cambios de hábitos negativos ligados a la comida. Qué son la bulimia y la anorexia nerviosa.
La cantidad, calidad y tipo de alimentos que incorporamos durante la infancia, así como los hábitos acerca del comer de nuestros padres y familiares, son mensajes que imprimen una determinada forma a nuestra relación con la comida, que muchas veces nos acompaña durante la vida adulta.

Estos mensajes serán positivos si estimulan una nutrición balanceada y una forma de comer moderada, suficiente y ordenada. En cambio, si promueven el consumo excesivo de comida, la restricción o la carencia de nutrientes esenciales, su valor será negativo.

Durante la adolescencia, la preocupación por la apariencia física y el deseo de agradar a los demás pueden hacer foco en la conducta alimentaria y, eventualmente, transformarse en un riesgo para la salud. En este período los jóvenes suelen desarrollar comportamientos como hacer una dieta para estar delgada para una fiesta, o comer menos (o más) ante una situación de estrés. Si estos episodios son leves y de corta duración, se trata sólo de una alimentación desordenada.

Pero a veces las actitudes respecto de la comida se tornan más extremas y se mantienen en el tiempo. Aparecen conductas como ayuno prolongado y atracones, con variaciones significativas en el peso, acompañadas tal vez por cambios bruscos del estado de ánimo o depresión. La alimentación desordenada se habrá convertido, entonces, en un desorden de la alimentación que requiere de atención médica y psicológica.

No todas las chicas que hacen dieta y se preocupan por su apariencia tienen un desorden de la alimentación. Es importante detectar cuándo la alimentación desordenada se vuelve más seria y prolongada.




De no comer nada a comer cualquier cosa

Los desórdenes de la alimentación son enfermedades relacionadas con alteraciones severas de los hábitos alimentarios que, de no ser tratadas, pueden ocasionar graves complicaciones para la salud e incluso la muerte. Las alteraciones más frecuentes son:

restricción alimentaria (comer menos de lo necesario para mantener la salud).

atracones (episodios en los que se come mucho en poco tiempo).

purgas (eliminación de las comidas a través de vómitos o inducidas por laxantes).

cambios abruptos en el peso.

cambios en la forma en que la persona percibe su cuerpo (por ejemplo, verse gordo cuando el peso es bajo).

Ciertos trastornos de la alimentación implican comportamientos extraños como el comer sólo comidas orgánicas o alimentos crudos (ortorexia), hacer dietas desequilibradas, por lo general ricas en proteínas, para desarollar la musculación (vigorexia), despertarse para comer por la madrugada (síndrome de comedor nocturno), o comer tierra, insectos y otras sustancias no alimenticias (hábito de “pica”).

Los desórdenes más conocidos, la bulimia y la anorexia nerviosa, pueden desarrollarse desde mucho tiempo antes de que se detecten sus síntomas o su gravedad.

Anorexia y bulimia

Las personas con anorexia nerviosa reprimen el hambre para no engordar. Esto conduce a un ciclo de ayuno y pérdida excesiva de peso, que pone en riesgo su salud. A menudo supone una distorsión del esquema corporal, es decir que quienes la padecen se ven gordas aun cuando su peso esté por debajo de lo saludable, lo cual prolonga indefinidamente este comportamiento.

La anorexia nerviosa es más común en mujeres jóvenes, pero puede afectar a personas de cualquier edad y a varones (en aproximadamente un 10% de los casos). Este desorden comienza con una excesiva preocupación por el peso y la realización de dietas de muy pocas calorías, que pronto se vuelven una obsesión y dan lugar a un círculo vicioso de dietas y ejercicios extenuantes.

La anorexia nerviosa es más común en mujeres jóvenes, pero puede afectar a personas de cualquier edad y a varones (en aproximadamente un 10% de los casos).



Quienes sufren bulimia, por su parte, comen cantidades excesivas de alimentos en una comida y luego efectúan purgas a través de vómitos autoinducidos o laxantes, diuréticos y enemas.

Sus consecuencias más comunes son trastornos menstruales, arritmias cardíacas, baja presión arterial, enfermedades del aparato digestivo, trastornos renales, debilidad o desnutrición por carencia de minerales y vitaminas, aislamiento y depresión.

¿Por qué se producen?

Aunque es posible que tengan un componente genético, existen otros factores que pueden contribuir a su desarrollo.
Problemas psicológicos como la depresión, el aislamiento y la baja autoestima pueden influir en la aparición de un trastorno alimentario. La comida deja de ser vista como el combustible necesario para la vida y pasa a convertirse en una forma de lidiar con intensos sentimientos negativos o dolorosos. Resulta una barrera para crecer, ya que hay un miedo que se manifiesta con el deseo de ser siempre niñas.

Aunque existen pocas investigaciones que evalúen directamente la influencia de los medios de comunicación sobre las preocupaciones relacionadas con el peso, es posible que el ideal cultural de una delgadez que no se corresponde con la figura y el peso de la mayoría de las personas, estimule conductas alimentarias perjudiciales para la salud. La discriminación de los obesos, que se observa en forma cotidiana en medios de comunicación, escuelas, oficinas e incluso los hogares, puede hacer que algunas jóvenes hagan "todo lo necesario” para no engordar. Cuando esto se combina con problemas psicológicos subyacentes, la alimentación desordenada se habrá convertido en un desorden alimentario potencialmente grave.

El papel de la familia

Durante los primeros años de vida, fundamentales en la formación de la personalidad, los padres son la única fuente de información sobre el mundo que tienen los niños. Ellos son, lo quieran o no, modelos en los cuales los chicos se basan para abrirse camino en el mundo. Si los padres viven obsesionados por la apariencia, realizan dietas no saludables en forma habitual o tienen otros comportamientos dañinos, es probable que sus hijos adquieran esos patrones. Se ha observado que tanto la anorexia como la bulimia son más comunes en las familias que valoran en exceso los grandes logros y la perfección. En estos casos, la creencia “no soy lo suficientemente buena” puede convertirse en “no soy lo suficientemente delgada”.

Esto no signifca que cuando una joven desarrolla un trastorno alimentario, su familia sea culpable. Muchas familias, al contrario, trabajan para revertir la situación, y el apoyo que brindan es fundamental para la recuperación.

¿Alimentación desordenada o desorden alimentario?

La preocupación por la apariencia y la costumbre de hacer dieta están tan extendidas que pueden dificultar la detección de un trastorno alimentario a un ojo no profesional. Sin embargo, es importante distinguir la alimentación desordenada de un desorden de la alimentación.

En lugar de preocuparse por la cantidad de calorías que un familiar o amiga/o consumen, hágase algunas preguntas sencillas:

¿Está sufriendo? ¿Está deprimida, ansiosa, triste, nerviosa?
¿Está preocupada constantemente por las comidas, el peso, los ejercicios o la imagen corporal?
¿Su comportamiento es violento o extraño para usted y para otras personas?
¿Sufre cambios notables de peso en poco tiempo?
¿Tiene conductas extrañas vinculadas con la alimentación como negarse a comer, saltear comidas, cortar porciones muy pequeñas, etc.
¿Tiene miedo de engordar?
¿Se preocupa exageradamente por la comida y el cuerpo?
¿Hace ejercicio en forma compulsiva?
¿Tiene cambios importantes en el estado de ánimo, impaciencia, aislamiento, depresión?
¿Pasa largos períodos de tiempo en el baño, especialmente después de las comidas?
¿Come gran cantidad de alimentos en poco tiempo?

Estas respuestas no constituyen un diagnóstico, pero pueden ayudarlo a saber dónde mirar y cuándo pedir ayuda profesional.



Qué hacer

Los trastornos alimentarios son enfermedades complejas en las cuales los síntomas psicológicos ocupan un lugar clave. No se trata sólo de “tomar conciencia” del problema ni es posible obligar a una persona enferma a buscar ayuda o a cambiar sus hábitos.

Es importante compartir la preocupación, brindar apoyo y ofrecer ayuda a la persona afectada para que pueda recibir un tratamiento adecuado. Asesorarse con un profesional, buscar información en un centro de salud o en organizaciones dedicadas al tratamiento de desórdenes de la alimentación es la primera forma de proceder para ayudar.

Los trastornos alimentarios son enfermedades graves que no deben ser ignoradas. Cuanto antes busque ayuda, más posibilidades tendrá de recuperarse satisfactoriamente.

Al igual que la obesidad, en nuestro país los trastornos alimentarios no están incluidos en la cobertura obligatoria de las obras sociales, de modo que recibir tratamiento puede resultar costoso. Algunos hospitales públicos de la ciudad de Buenos Aires atienden pacientes con estas patologías. En otras localidades, consulte en el hospital más cercano. La Fundación ALCO, asociación sin fines de lucro, ofrece también grupos de autoayuda en la capital y varias provincias argentinas.

Los trastornos alimentarios son enfermedades graves. Cuanto antes se traten, más posibilidades hay de recuperación satisfactoria.